El impulso de dar consejos
Cuantas veces nos ha pasado que en cuanto nuestro hijo llega a casa le vemos mal humorado o raro y nos dá por saber que pasa y decirle exactamente lo que tiene que hacer. Es lógico, lo intentamos proteger de todo y de todos haciendo lo que un adulto haría en su caso. ¿Pero le ayudamos realmente?
A veces, cuando refrenamos ese impulso por dar consejos y simplemente escuchamos que pasa por la cabeza del niño: le miramos, asentimos «aja», nos quedamos con él,..es él el que empieza a elaborar su propia solución.
Ejemplo de una madre cuando llega a su casa y ve a su hija de 10 años llorando desconsolada: La madre se sienta junto a ella, la rodea entre sus brazos, murmura «algo te ha ocurrido» y pasa 5 minutos sentada en silencio con su hija. Finalmente la niña suspira y dice: «Gracias, mamá». Ya me siento mejor». La madre no llegó a averiguar qué había sucedido, lo único que sabía es que su presencia reconfortadora había sido benéfica, porque una hora más tarde oyó a su hija canturreando en la habitación.